Mutamos con respecto a nuestro propio tiempo y a nuestro propio acontecer de los hechos y las circunstancias, en ningún caso, al tiempo y acontecer de los demás. En esa pauta nos movemos egoístamente y en esa pauta se mueve egoístamente también las ciudades y las propias formas de gobierno. Pero toda mutación no es siempre una evolución o progreso como en sí entendemos el concepto de evolución y progreso, es decir, un paso adelante. En la actualidad una parte de la sociedad parece mutar hacía un cerrojo propio del acérrimo fanatismo, dar un paso atrás. Parece alejarse de la diversidad, de toda posibilidad o idea que vaya más allá de lo conocido. En la mente y en las ideas se han incrustado trazas de otras épocas, se intenta cerrar el contorno e imponer una valla en base a conceptos conocidos, a experiencias controlables, con la intención de erradicar y expropiar otras posibilidades que no sean las reconocidas.
El miedo es una emoción que aquieta y retrae, es un precipicio de vacío al que nos empujan y, una vez en plena caída, intentamos agarrarnos a cualquier cosa. El paisaje actual modela el miedo, lo asigna en función de cada ciudadano, rebusca en sus necesidades y sus inquietudes personales y lo arrastra hasta parámetros míseros. Es ahí, o desde ahí, donde la trazabilidad del fanatismo forja la semilla, y donde, por otro lado, el imperio de los profetas que dignifica los actos y las ideas extremas hace presas, y subido a grotescos púlpitos, escupe oratorias sobre la llegada o la presencia de enemigos de la democracia, enemigos de la vida y enemigos de la familia,
Mutamos, como he dicho, respecto a nuestro propio tiempo y a nuestro propio acontecer de los hechos y las circunstancias, y la economía es una circunstancia que está presente en todo momento, se mueve a nuestro alrededor, nos golpea, nos empuja, nos transforma, y como títeres nos lleva de un lado para otro. Los clientes del fanatismo, o los presos de las oratorias extremistas, residen bajo la trazabilidad del miedo, en una caída al vacío interminable, y necesitan agarrarse, cercar y vallar sus propios extremismos o las mentiras con las que han sido contaminados, creyentes que los molinos de viento son auténticos gigantes. En ellos, la mutación es la mariposa que regresa al capullo por miedo a volar.
Esta corriente extremista que, actualmente, aletea por Europa, es el producto de oratorias de profetas que hurgan en el miedo de los débiles, y esbozan promesas y proyectos de futuros ilusorios confeccionados a su medida, y para ello toda posibilidad que no contengan o contemplen, es el enemigo a derrotar, son esos gigantes, esas brujas de las tinieblas, esos indecentes ogros que se llevarán nuestras cosechas y se comerán a nuestros hijos.
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