Estadísticas más recientes de Portugal, Italia, España, Grecia e Irlanda: la Europa periférica con problemas. Las pérdidas salariales, el aumento del paro y la emigración de capital humano joven se está convirtiendo en un rasgo característico. El problema no va a ser ya la deuda pública o el déficit público. Va a ser la falta de pulsión económica: mantener un crecimiento –que ahora mismo no es despreciable en España ni en Portugal– que se debe edificar sobre la cualificación del modelo terciario en economía, una simbiosis entre lo que Dani Rodrik ha apuntado como relación directa entre manufactura y servicios. Toda la durísima cirugía presupuestaria y crediticia está solventando poco; a no ser que los economistas disfrutemos con el cuadre de unos renglones, al margen de las personas que se esconden tras ellos. Los problemas de crecimiento tienen relación directa con los modelos de desarrollo de las diferentes economías. Y no todas pueden hacer, exactamente, lo mismo. Esto contradice los recetarios que emanan de Berlín y Bruselas, con sus respectivas instituciones. Tres puntos de discusión:
Ahora bien: todo esto no puede hacerlo sólo el mercado. Como indica el Premio Nobel de Economía 2002, el psicólogo Daniel Kahneman, los estados de incertidumbre alimentan emociones como el miedo, el odio y los comportamientos irracionales. Esto lo estamos viendo en Europa. Y en España. Pero la realidad es que existen enormes dificultades para cambiar esas severas hojas de ruta que se concentran en que todos recortemos, devolvamos deudas y, en el mejor de los casos, exportemos. Una falacia económica de primera magnitud. Caben posicionamientos comunes, desde la Europa más castigada, para que, con vocación europeísta, se planteen alternativas distintas a las que se impulsan, acríticamente, desde la ideología más conservadora y desde espacios que vivirán bien instalados en centrifugar la austeridad siempre que no se lesione su bienestar. Porque cuando éste se resienta en el Norte, verán como todo cambia.
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